El guardián entre el centeno de Jerome David Salinger fue publicado en 1951, y es un clásico de la literatura norteamericana.
El intenso contenido de esta obra le endilgó una censura de más de 20 años. Ahora es un texto de cabecera para las escuelas secundarias de casi todo el planeta
¿Por qué?
Porque Salinger consiguió comprimir en pocas páginas la esencia del tránsito entre la infancia y la adolescencia. La diatriba que existe en quienes deben dejar atrás la inocencia y asumir la madurez y sus implicaciones.
Holden: conciencia y pubertad
Es el hijo mayor de una familia rica de Nueva York. La relación tensa con su familia y su expulsión de diversos internados por todo el país lo han vuelto un conato de paria familiar.
Holden adora a sus dos hermanos y junto a su interés amoroso, Jane, su hermano y hermana son de las pocas personas que cuentan con su estima y confianza. Sin embargo, Allie, su hermano pequeño, muere antes de iniciar el relato y el trauma de esta perdida ha hecho mella en la personalidad y sociabilidad de Holden.
Su otra hermana, Phoebe, madura y responsable, representa para Holden la inocencia e infantilidad que él quisiera poder retener. Es por Phoebe que Holden deseará convertirse en un “guardián entre el centeno”, que hace referencia a un cuidador que resguarda a los niños de no caer al borde de acantilados en los campos de grano.
Es un icono de la pérdida de la candidez que se advierte durante la evolución a la vida adulta. Holden siente escurrir ese candor entre las rendijas de su desparpajo social, y lo resiente. Pero también es un icono de la lucha que esta percepción suscita en la adolescencia: no queremos despedirnos de nuestra niñez, pero a la vez queremos poder integrarnos a la sociedad adulta, experimentar las situaciones propias de la adultez, y gozar de independencia.
Personifica, también, el conflicto tradicional de quienes se sienten desarraigados: soledad y la búsqueda de apego emocional confrontados en cada decisión. A través del personaje principal Salinger nos muestra una cara triste, pero común de la pubertad, sin dirección ni guía. Holden durante la historia siente la necesidad constante de relacionarse, fracasando rotundamente.
Él es, en la mayoría de los casos, víctima de su propia desconfianza y temor a la intimidad; pero en muchos otros casos, es víctima de las situaciones a las que su inocencia y falta de experiencia le exponen. Holden y su capa de cinismo e ironía esconden las inseguridades de quien transita por senderos confusos en completa soledad.
Y Salinger nos muestra durante todo el relato las grietas que estas inseguridades hacen en las relaciones de Holden.
Hermandad y sociedad
La relación entre los hermanos es fundamental y transversal en El guardián entre el centeno. La muerte de Allie es el momento en el que nuestro personaje parece haber perdido la capacidad de intimar y de amar sin miedo; es, además, el inicio de la perdida de la tan añorada inocencia para Holden.
Phoebe, la otra hermana, es uno de los personajes más importantes y que es en partes iguales antagonista y heroína – tal como los hermanos en la vida real-. Es la única que logra adentrarse en la coraza y darle a Holden el cariño, compañía y protección que busca infructuosamente. Pero, también es ella, quien lo confronta y lo hace plantarse frente a su reflejo egoísta e inmaduro
Salinger fue un personaje arisco, que rehuyó de la fama y las convenciones artísticas toda su vida. Se dice que Salinger creo un relato autobiográfico y que esta novela de culto esconde una dura crítica social.
La esencia misma del relato es una crítica al mundo de los privilegios y la desigualdad del que Salinger no quería formar parte. Proveniente de una familia adinerada, Holden se resiste constantemente a dinero, y desprecia en varios momentos del relato las comodidades que podría darse con el dinero familiar.
Su reticencia al dinero, a la religión y ,en última instancia, al concepto de educación formal parecen dejar claro su rechazo a las barreras de privilegio que separan las clases sociales de la década de los 50.
Es una obra imperdible, su carácter trascendental, su prolijidad, el discurso ameno, cínico y melancólico nos lleva directo a esos periodos confusos, solitarios, difíciles y transicionales de nuestra vida.